Me desperté y abrí las cortinas. No había sol. Revisé mi celular: 9.30 a. m.—Mierda, es muy temprano para despertarse en ¿qué día es hoy?— Revisé el estado del tiempo: 6 grados y nublado, vientos medianos y poca probabilidad de lluvia.
Que frío está el piso —¿habré dejado la calefacción apagada? La pasta de dientes se está acabando, a ver si recuerdo de pasar por el súper mercado más tarde esta noche.
Me senté en la taza del baño y sentí la fría porcelana tocar mi piel —estoy seguro que dejé la calefacción apagada.
Me di una ducha.
Me cepillé los dientes y me puse ropa cómoda.
Hora de preparar el desayuno, abro el refrigerador: lo único que tengo son waffles congelados.
Mientras me quitaba la ropa cómoda y me ponía ropa decente para salir en público, he mandado mensajes de texto a un par de amigos.
—Amigos, ¿quieren quedar para el brunch en un par de horas?
Ya tenían planes.
París puede ser una ciudad muy melancólica en invierno.
Camino por mi vecindario buscando un lugar para comer pero ya los he probado todos y no tengo antojo de ninguno en particular.
Decido cocinar en casa ya que de todos modos tengo que reponer mi alacena. Creo que sería mejor pasar al mercado de tres cuadras abajo. Hay otro más cerca pero el día se presta para caminar. Me pongo mis audífonos y selecciono aleatorio.
París puede ser melancólica pero sigue siendo una belleza en invierno. Las calles reflejan una vida diferente a la de verano pero siguen siendo dignas de fotografiarse.
Cebollas, tomates, huevos, queso, carne, pasta y pan —eso bastará para hoy, de regreso compraré una botella de tinto para acompañar.
Regreso a casa y empiezo a preparar la comida. Me sirvo una copa para que me acompañe en la preparación y pongo a Chopin de fondo.
Esta pasta me ha quedado de puta madre y la elección de tinto no pudo ser mejor. Dicen que las pastas se acompañan de vino blanco pero el contraste de sabores me ha dicho que he acertado.
Lavaré los platos después de la siguiente copa —que domingo tan más perezoso, creó que no haré nada hoy.
Knock, knock.
— ¿Quién será?
Abrí la puerta y ahí estabas.
Después de tantos años.