Decidí embarcarme en una arriesgada misión así nada más, sin planearlo. No estaba entre mis prioridades hacer un viaje tan largo, pero la vida me presentó esa oportunidad y recientemente habiendo adoptado esta filosofía de decir que sí a las preguntas inesperadas; heme aquí.
Aterricé una noche estrellada. Mi nave llegó al lunar que está por encima y a la izquierda de la comisura de tus labios. Podría jurar que en la entrada a la atmósfera de tu cuerpo olí una combinación de coco con vainilla.
Después de asentar un pequeño campamento cerca de tus labios me decidí a salir a explorar. Pude recorrer los relieves tu nariz afilada y ver la constelación de pecas en tus mejillas. Pude conocer como es el universo visto desde tus ojos que tanto me gusta mirar e hice una parada más en tu frente que tanto me gusta besar.
La segunda semana ha sido aún más emocionante. He deambulado por tu espalda y me encontré con más lunares donde podré aterrizar en mi siguiente viaje. Me tomó la mayor parte del día recorrer toda tu espalda pero casi al anochecer llegué a tu espalda baja y creo que me quiero quedar a vivir aquí, la vista desde acá es indescriptible […]
Decidí pasar la noche aquí ya que el trayecto de regreso es largo y ya estaba anocheciendo. Improvisé un pequeño campamento en uno de los hoyuelos de tu espalda y creo que nunca dormí tan cómodo.
Es tiempo de partir y el día de mañana, como cada noche, será tiempo de volver.